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Decrecimiento en el Sur: ¿es justo?, ¿es posible?
publicado por I.A.J. COOPERACIÓN el 10/06/10

Los límites físicos del planeta imponen decrecimiento energético y material en EEUU, Europa, Japón ? Pero ¿se puede exigir decrecimiento en Mozambique, el Ecuador o Vietnam? ¿Debe respetarse el derecho de China e India a crecer anualmente cerca de un 10% de su PIB?

Los límites físicos de nuestro planeta imponen decrecimiento energético y material a los metabolismos sociales de EEUU, Europa, Japón y el resto de países consumidores industriales. Comemos demasiado y demasiado rápido. Se han constituido así metabolismos construidos contemporáneamente bajo el paradigma de ?hidrocarburo bueno-bonito-barato? e infinito (civilización petrolera), y organizados alrededor del máximo crecimiento posible en el menor tiempo posible (turbocapitalismo).

Ahora bien, situando nuestra mirada más hacia el Sur: ¿Acaso se puede exigir decrecimiento en Mozambique, el Ecuador o Vietnam? ¿Debe también respetarse el derecho de la población chinas o la india a crecer anualmente cerca de un 10% de su PIB? Las y los teóricos han ido con cuidado sin profundizar demasiado en esa esquina conceptual del decrecimiento. Autores como Gorz o Latouche sugieren que el esquema tiene sentido en los países del Centro (más industrializados) desarrollados pero también en los países de la Periferia : ?La problemática del decrecimiento ofrece la posibilidad de no pasar por la época industrial y acceder directamente a un ?equilibrio posindustrial? dentro de un poscapitalismo?.

En países como el Ecuador, ese ?poscapitalismo? difícil de visualizar, se debate y pone en marcha en forma de políticas públicas bajo la óptica de que el desarrollo capitalista les ha perjudicado a lo largo de la historia y les sigue perjudicando. Por ello han recuperado el término suma kawsay del Pueblo originario quíchwa, es decir, de ?vivir y convivir bien?, sustituyendo al crecimiento y de mito de desarrollo capitalista por la búsqueda de una ?vida en plenitud? como objeto de la sociedad ecuatoriana.

Grupos de interés y no países
En mi opinión, la pregunta planteada más arriba parte de una unidad de análisis (la unidad estatal) cada vez más estrecha e insatisfactoria para comprender nuestro mundo y sacarlo de las crisis. Se resuelve mucho mejor si se plantea un sistema mundial formado por muy distintos grupos de interés, interfiriendo entre sí y entre los cuales existen asimetrías en términos del poder dependiendo de su ubicación en ese sistema. Una especie de lucha de grupos de interés, muy parecida a la lucha de clases planteada por los marxistas. Algunos grupos de interés son locales, otros regionales, algunos nacionales, y otros estatales. Pero otros muchos son de carácter transnacional, incluso global, y escapan en su mayoría a la lógica del Estados-nación. Por ejemplo, podemos citar el caso de los productores y consumidores europeos preocupados por su dependencia energética. Esta preocupación les lleva a interferir a miles de quilómetros de distancia en la vida de campesinos e indígenas colombianos, indonesios, sudafricanos. Sin saberlo, su necesidad energética implica que estas poblaciones sean arrancadas de sus ecosistemas vitales al serles impuestos monocultivos ?energéticos?, destinados a suministrar a Europa con palma africana para biodiesel.

Mi experiencia china
Una vez estuve en China, junto a algunos amigos ecologistas destacados para discutir asuntos como los conflictos ambientales birregionales entre Asia y Europa. En Beijing, como suele sucederles últimamente a los extranjeros, me quedé con ?cara de pollo comprado?, al contemplar el emergente poderío económico urbano chino, en forma de cientos de modernísimos edificios, cantidades asombrosas de Mercedes Benz y Audi ejecutivos, junto a un turbio y enorme smoke que reducía el brillo del sol de la mega-urbe a intensidades sub-árticas.

Vi a miles de consumidores y productores atacados por la misma obsesión productivista y consumista occidental, enamorados de teléfonos móviles de última generación, de marcas y estética de deportistas globales, generadores de residuos y con capacidad de influencia en el mundo similar a la nuestra. Millones de chinos ?urbanitas? consumidores y propietarios enamorados de la globalización, chinos del Norte Global, contribuyendo directa y personalmente al cambio climático global al igual que el europeo medio.

Fue con ellos con quienes me encontré. No con campesinos ni con los trabajadoras de las maquiladoras chinas. Y conocí a algunos de ellos que eran representantes de su país en distintos foros internacionales, defendían a China ante cualquier reproche proveniente de los ecologistas asiáticos y europeos. Con ellos tratamos de discutir sobre los males del libre comercio, ante la avalancha de tratados de libre comercio que iban a firmar esas clases dirigentes y? fracasamos.

En realidad, esa gente tan parecida a nosotros y nosotras, convivía en un mismo país con ?los otros? chinos. Los más de 1.000 millones de chinos entre campesinos, algunos indígenas, mineros de carbón, mujeres y niñas trabajadoras de las zonas francas para la exportación, obreros inmigrados rurales a las grandes ciudades chinas que ocupan los puestos más bajos,... chinos del Sur Global. Vi a cuando menos dos Chinas solapadas, ?Primer? y ?Tercer? mundo interpenetrados territorialmente y dependientes unos de otros. Bien podrían haber tenido dos banderas distintas, una con el yuang y el smoke, la otra con una gota de sudor y una semilla. Y me recordaron a las dos Indias que conocí, la ?fast development India? y la de los adivasi, los tribal expulsados por los megaproyectos productivos, etc.. que en realidad son más de dos. Y las dos Américas Latinas de Ecuador, México, Brasil, que son más de dos?

En definitiva, llegué a la conclusión de que una China no puede representar a la otra. Las cargas ambientales sobre el planeta de unos chinos y los otros nada tienen que ver, ni mucho menos pueden ser parecidos sus intereses.

Clases globales (socioecológicamente)
Así como las y los ecologistas no solemos aceptar estadísticas demagógicas cuando los países del Norte quieren continuar contaminando, tampoco deberíamos aceptar que nadie se escondiera bajo la excusa de ser parte de un país todavía pobre escudándose en medias aritméticas que amagan las diferencias internas y las alianzas externas. Ejemplo de ello son los indicadores per cápita, sean estos de renta, contaminación, emisiones, ingesta energética o material, etc. Ni en las negociaciones sobre cambio climático, ni sobre conservación de biodiversidad, ni sobre responsabilidad ambiental de cualquier índole, ni sobre otros temas de gobernanza ambiental global.

En su lugar, debemos entrar a valorar las distribuciones de los distintos activos y pasivos ambientales entre la población mundial (qué grupos contaminan, cuáles se enferman, cuáles disfrutan de qué, quiénes ganan y quiénes pierden) más allá de los estados a los que pertenecen. La emergente ecología política, herramienta interpretativa clave para nuevos escenarios de justicia ambiental, nos puede ayudar en eso.

Volviendo a nuestra pregunta y desde una perspectiva internacionalista, los ciudadanos y ciudadanas del Sur Global, deberían gritarnos a todos los ciudadanos y ciudadanas del Norte Global un lema conocido: ?¡No en nuestro nombre!?. Grito y confrontación no sólo ante los ?tradicionales ricos? sino también ante los ?nuevos ricos? y las oligarquías de países del Sur (algunas que poco tienen de nuevas) porque los enriquecidos se han ampliado y dispersado geográficamente. ¡Qué me importa a mi que el CO2 haya sido generado por una limousina de un apoderado español o la de otro filipino!

El Norte/Sur Globales son categorías que describen mucho mejor la realidad de todos esos grupos de interés en conflicto, que no la dicotomía Norte/Sur geográficos basada en la comparación entre países. También en los conflictos por la distribución de cargas ambientales.

Ejemplo de ello fue el resultado de la Cumbre de Copenhagen en diciembre 2009 en la que se impusiera la voluntad de llegar al mínimo acuerdo posible de un paradójico eje crecimentista (EEUU, China y Sector privado petrolero).

Existen otras categorías socioecológicas interesantes como la de ?clase consumidora mundial? a la cual se estimaba que en 2002 pertenecían 1.400 millones de personas distribuídos de forma irregular por todo el mundo, no sólo en el Norte (400 de ellos entre China e India, 168 millones en América Latina y Caribe, 34 millones en África Subsahariana).

Conclusión: el decrecimiento se debe exigir en el Sur a los ricos y a las clases medias
Por todo ello, la pregunta inicial se responde afirmando primero que quien debe decrecer y reorganizarse son todos y cada uno de los grupos de interés que conforman el Norte Global, quieran ser estos transnacionales, europeos, chinos, rusos, marroquíes, peruanos, angoleños o apátridas.

En segundo lugar, el Sur Global no tiene porqué decrecer material y energéticamente. Lo cual no significa que se olvide de los límites de la naturaleza, ni que deba organizarse bajo lógicas de crecimiento y desarrollo capitalista, soviético incluso socialistas del s.XXI.

Cosmovisiones y lógicas organizativas propias de culturas indígenas y campesinas como las asociadas a la ?vida en plenitud? andinas (suma kawsay en quíchua, suma q?amaña en aymara), plantean el vivir bien en contraposición al vivir mejor occidental (vivir mejor que el prójimo), y definen una relación de reciprocidad y armonía con la naturaleza. Por tanto se encuentran en plena sintonía con las ideas del decrecimiento (con ese equilibrio postindustiral al que se refiere Latouche) incluso las puede inspirar junto a muchas otras visiones hermanas similares procedentes de la periferia del sistema.

Finalmente y en términos políticos, como apunta Joan Martínez Alier, ?Los movimientos de Justicia Ambiental y del Ecologismo de los Pobres del Sur son de hecho los mejores aliados del Decrecimiento Sostenible del Norte?. Muchas comunidades del Sur Global, sin concebirse a si mismos como ecologistas, luchan contra distintas formas de anticooperación procedente de grupos de interés que presionan para expandirse, para crecer en espacio ajeno, y garantizar sus suministros de materiales y energía. Luchan, aunque a menudo sea por propia supervivencia de sus comunidades, por el decrecimiento.

David Llistar, autor de (2009) Anticooperación. Interferencias Norte Sur. Los problemas del Sur no se resuelven con más ayuda. Barcelona: Icària editorial.

En la imagen, grupos de interés, no países


 
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